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Nuestros Poetas / (Liburu zehatzik ez)

Nuestros Poetas J. Aitzol / El Pueblo Vasco, 1935-04-21

El actual florecer de la poesía euskaldun

Chesterton y la poesía

Chesterton, con su desenfadado y gracejo habituales, ha esbozado la figura cumbre del primer poeta que Inglaterra engendrara, en el reciente libro titulado “Chaucer”. Así se llamaba el vate, que el humorista inglés estudia profundamente, precisando la enorme influencia que Chaucer ejerció para crear el ingles literario y aun para consolidar la misma nacionalidad anglo-sajona.

“El poeta es un hacedor —escribe Chesterton—. Y nunca hubo hombre que tuviera más de creador que Chaucer. Hizo un lenguaje nacional, estuvo muy cerca de hacer una nación. Y no es mucho decir que Chaucer creó no solo una nación, sino un mundo entero. Y lo creó en un lenguaje, que apenas se usó hasta que el lo usara y para gloria de una nación que, apenas existía hasta que él la hizo gloriosa”.

Antes de leer la obra de Chesterton, éramos del mismo criterio en cuanto a la eficacia de la poesía para la formación del euskera literario y la consolidación de la nacionalidad vasca.

Los idiomas populares, que durante el siglo XIX empezaron a revivir alentados por el entusiasmo de las nacionalidades que en toda Europa renacían, reconocen como a restauradores y animadores a poetas de extraordinario mérito. Desde las tierras finesas, las que encierran entre sus fantásticos bosques los mil lagos soñadores, hasta las caldeadas y estériles llanuras del mediodía de Francia, en la Provenza, resurgen los idiomas pobres de sus sepulcros seculares al imperio del “Levántate y anda” de algún Lonnrot, autor del poema nacional de Finlandia, el “Kalevala”, o de algún otro Mistral, que con retazos folklóricos de su patria crea el “Mireyo”, maravilla de la literatura moderna.

El renacimiento poético y las ferias de Santo Tomás

La turbia y abigarrada aglomeración de la masa, que se apretujaba en las calles angostas de la parte vieja de Donostia, arrastró a un grupo de jóvenes hacia una de las clásicas casas de comidas. Era el día feriado de santo Tomás.

Integraban el grupo los poetas Nicolás de Ormaetxea y José María de Agirre, el comediógrafo Labayen y los pintores Cabanas-Erauskin y Olasagasti, con otros cuantos renacentistas vascos.

Los recluía allí la necesidad de reunirse en algún sitio. Estábamos entonces, en los últimos estertores de la agonía que precedió a la muerte de la dictadura militar de Primo de Rivera.

Había tenido, por aquellos días, la audacia de publicar un libro de versos en euskera, Luis de Jauregi, el cura de aldea, aislado de la fiebre del comentario político de las ciudades y más, todavía, por el mundo fantástico en el que sueñan y viven los poetas.

Era, pues, necesario comentar la aparición de “Biozkadak”, que así se llamaba aquel libro de poesías. Y era, más natural aún, que ese comentario encuadrara en el vasquísimo y donostiarra día de Santo Tomás.

Todos los comensales estuvieron de acuerdo en reconocer el secreto poder que la poesía encierra para hacer rejuvenecer a las viejas lenguas semidormidas. Por lo tanto, se hacía imprescindible el crear una institución para fomentar la poesía euskeldun. Y surgió la feliz idea de organizar anualmente, el “Día de la Poesía euskeldun”.

La ocasión propicia de homenajear a Jauregi había de ser el motivo para celebrar la primera jornada poética. Debía tener lugar en su villa natal de Rentería.

Es Jauregi el fiel intérprete del alma y del paisaje guipuzkoano.

No hay en sus composiciones poéticas, ni las violencias del temperamento vizcaíno, tan reciamente interpretadas por Arrese y Beitia, el poeta de los versos ferreos labrados tal como los ferrones de su pueblo de Ochandiano forjaban los eslabones de las grandes cadenas, ni la brevedad e inmenso laconismo de las estrofas, llenas de vida, de Sabino Arana.

Apenas, en las poesías de Jauregi hay grandes arranques líricos ni exaltaciones dramáticas, excepto en “Aizgorriren oñetan”. Es dulce y tenue, el tono de su inspiración como es tranquilo y flexible el caracter guipuzkoano. La niebla y el cielo plomizo empañan, no pocas veces, el paisaje de Guipuzkoa lo mismo que una melancolía de tonos discretos y agra[d]ables vela[..], también, los versos perfectos del vate renteriano. Sus descripciones recuerdan los paisajes de Cabanas-Oteiza.

Aparición de nuevos poetas

Iniciamos la aparición de los nuevos poetas con Jauregi. No pretendemos trasladar a estas columnas, todo el elenco de los vates del siglo XIX, que pueden considerarse como propulsores, más o menos afortunados, de los primeros intentos del renacimiento literario euskeldun, de los cuales, con ingenioso entusiasmo, dijo el crítico catalán Víctor Balaguer, el autor de los “Trovadores” en su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua española: “No blasona de remota antigüedad la poesía euskara; moderna es, de nuestros días; pero sus poetas están cortados a la antigua, nacen formados y adultos…”

Queremos destacar el último y más reciente florecer de la poesía vasca, muy superior, sin género aldguno de duda, al de la aparición de los primeros vates del siglo pasado.

Si a alguno, de entre estos últimos hubiéramos de mencionar, sería a Emeterio de Arrese, el artista que ha servido para unir, como eslabón de aquellos de la centuria pasada con estos otros noveles, renovadores, regeneradores que, en la hora de ahora, trabajan afanosos por vivificar la antigua lengua de su patria, y entre quienes Emeterio de Arrese sienta la cátedra venerable de su magisterio y se mezcla en las jornadas espirituales de los días de la Poesía Euskeldun.

Estas fiestas han tenido la virtualidad de hacer brotar, como por arte de encantamiento, nuestros valores poéticos. La primera, celebrada en Rentería, sacó del anónimo a Esteban de Urkiaga, en aquel entonces, año de 1930, joven imberbe, que sorprendió por su magnífica poesía, titulada “Maitale kutuna”, la “Enamorada Predilecta”. Composición poética en la que la inspiración y los aciertos de expresión recordaban, sin desmerecer en nada, el genio de Félix de Avers en “Mon rêve familier”, que, también, trataron temas parecidos al que Urkiaga poéticamente versificaba.

Este primer brote de ingenio del joven poeta bizkaino, ha sido un feliz y seguro presagio de su inspiración elevada y de su prestigio poético, consolidados con la aparición se su libro de versos “Bide-barrijak” en 1931. Las poesías de caracter amatorio, en este tomo publicadas, llevan un perfume de delicioso candor, de riqueza de símiles originales y de contrastes sorprendentes. Por eso, en cierta ocasión, le calificamos de Petrarca vasco.

Ya, en el mismo certamen, en el que fué premiado Urkiaga, destacó la figura sobresaliente de otro nuevo artista, la de José María de Agirre, que debía consagrarse como tal en el II Día de la Poesía Euskeldun, celebrada en Tolosa en honor de Emeteri de Arrese.

La poesía galardonada “Baso itzal”, “Bosque umbrío”, cautivó por la forma originalísima que imprimía a la descripción del verano, J. M. de Agirre. Formaba esa poesía, parte de otra de más envergadura, dedicada a dibujar las cuatro estaciones del año. Dificilmente se hallarán en la antologías de las más ricas [li]teraturas, poesías destinadas a las estaciones anuales que puedan competir con la de éste vate en la novedad de sus creaciones y de sus singulares personajes que creó, como en “Itzal” (“Sombra” —sacerdotisa del bosque—) y en las descripciones vivas y pletóricas de fuerza realista, que supo encerrar en sus versos. Nosotros, que para hacer su examen leímos centenares de poesías extranjeras, nada vimos que pudiera superar a la de Agirre.

No transcurrió un año sin que este artista nos hiciera el regalo exquisito de un libro, “Biotz-begietan”, que contenía sus composiciones poéticas. Bien seleccionadas, y cuidadosamente cinceladas, las poesías de este tomo diéronle fama de restaurador de la poesía y del verso vascos, a los que quiso imprimir el genio específico del alma racial, huyendo de las redundancias y amplificaciones latinizantes, cincelándolas con brevedad suma y vigor dinámico.

Flores que se agostan

No bien había iniciado Agirre su camino vigoroso por la senda del Parnaso euskeldun, vino a arrancárnoslo su muerte, acaecida en marzo de 1933. Como homenaje al amigo y al poeta, publicamos sus poesías póstumas en un tomito, titulado “Umezurtz-Olerkiak”, que rapidamente se ha agotado.

Tras el fatal y rápido desenlace de la vida de Agirre, vino a aumentar nuestro dolor el de otro literato que, a los once días del fallecimiento de aquél, moría, también, en Donostia. Era el jóven capuchino y poeta Fr. Joaquín de Bedoña, aquél que había sido coronado con el primer premio en el III Día de la Poesía Euskeldun, celebrado en Ernani en 1932.

El genio poético de Bedoña era opuesto, diametralmente, al de Agirre. Talló aquel sus versos con una sonoridad musical nunca hasta entonces igualada por ningún versificador vasco. Tan magnífico, como en la forma, fué en la exuberante prodigalidad de las fantasías desbordantes, con que aderezaba sus poesías, casi todas de caracter religioso. La mejores, de entre estas, han sido recogidas y publicadas en los diversos tomos de “Eusko-Olerkiak”, que la Sociedad Euskeltzaleak, propulsora de la poesía euskeldun, edita anualmente.

El próximo 2 de junio del corriente año, se celebrará en la aldea natal de este literato capuchino, en Bedoña, barrio de Aretxabaleta, el VI Día de la Poesía Euskeldun.

La elite de jovenes vates

Cada jornada poética descubre un nuevo y secreto valor literario. As[í], en la organizda en Urretxua, patria del bardo Iparragirre, se reveló un misionero apostólico en tierras chinas, Francisco de Etxeberria, y en la última, que el año pasado tuvo lugar en Zarauz, cuna de Agirre, conocimos a Joaquín Zaitegi.

Dos nuevos valores. Del primero sólo conocemos su poesía premiada, y cuyo principal mérito ha sido el escribir una poesía culta con materiales y símiles populares, imprimiéndol un matiz primitivista encantador. Del segundo, brillante esperanza por su composición galardonada, destello primoroso de inspiración ingeniosa, esperamos formarnos el juicio definitivo, con la publicación de su libro “Bidenabar”, que en breve ha de aparecer.

Más, de entre la selecta y nutrida élite de vates vascos sobresale Nicolás de Ormaetxea, con su doble faceta de poeta religioso, y sobre todo, folklórico. “Barne-muinetan”, librito que al finalizar el año 1934 publicó, es el exponente mejor de la poesía religiosa euskaldun, que, sin ser mística, encierra los grandes conceptos de la teología católica con una clara forma didáctica y en la que cuida, casi escrupulosamente, la selección de composiciones, símiles y metáforas, que utiliza.

La obra cumbre de Nicolás de Ormaetxea, que esperamos finalmente contribuirá, no solamente a consolidar su fama sino a dar a conocer la más genuina manifestación de la poesía euskaldun, será el poema que acaba de terminar, denominado “Euskaldunak”. En él describe toda la vida popular de nuestros campesinos con sus trabajos agrícolas, pastoriles, con un mundo de leyendas, poesías populares, ritos y supersticiones en extremos interesantes.

A esta misma escuela folklorista pertenece el joven humorista Jakakortajarena, cuyo pequeño poema “Len Euskotarrak”, mereció ser premiado en el certamen de Ernani. Sus poesías, casi todas de caracter costumbrista, y no pocas de matiz festivo y burlesco, verán, también, la luz antes de mucho tiempo.

Compañero de Jakakortajarena, pero más jóven aún, y estudiante todavía, es Fabián de Loidi, autor del poema “Umezurtza”, que fué el año pasado galardonado. Este jovencito volcó toda la ternura de su corazón para describir la orfandad de un cieguito de su pueblo natal de Orio.

Entre nuestros mejores y más acreditados vates debemos enumerar a Tapia-Perurena, el romántico selecto y atildado poeta, de inspiración viva y fecunda que, además, cuenta en su haber el mérito extraordinario de ser excelente poeta en una lengua que fué adquirida mediante el estudio, ya que de ella, en su juventus, no supo ni una sola palabra.

Y con Tapia-Perurena forman y completan el cuadro de nuestros buenos poetas, Gaztelu y Onaindía y el joven lekeitiarra Eusebio de Erkiaga, que inician, con los mejores auspicios, su vida literaria con gusto depurado e inspiración exquisita, cuyas huellas van dejando en las páginas de la revista “Yakintza”, como pruebas inequívocas de gran valer.

Si es verdad que los poetas crean los idiomas literarios y consolidan y engrandecen a sus pueblos, podemos asegurar que el euskera va llegando a la categoría de lengua culta y que la patria vasca puede desechar el temor de perder su vida colectiva.

Cada día van apareciendo nuevos y excelentes poetas que son esperanza y garantía del porvenir vasco.

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