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Mireio / Frederic Mistral (Orixe) / Verdes Atxirika, 1930

Libros y lectores Luis de Jauregui / El Día, 1931-03-07

Si echamos una mirada a la escasa producción literaria euskérica actual y fijamos simultáneamente nuestra atención en la apatía general de las clases populares vascas por la lectura, se ofrecerá en verdad ante nuestra vista un panorama desolador. Es evidente que se ha dado a este respecto, de unos años a esta parte, un paso considerable que nos llena el ánimo de franco optimismo; pero todavía estamos muy lejos del ideal en esta materia tan importante y transcendental para la vida de nuestro idioma nativo.

Permítasenos, en gracia a la buena voluntad que nos anima, hacer algunas consideraciones sencillas y casera, hijas de la preocupación que siente nuestra alma en el momento presente con relación a este tan interesante como complejo problema. No es un secreto para nadie que el pueblo vasco y singularmente aquella parte de nuestra población, todavía bastante importante, cuyo lenguaje habitual y casi exclusivo es el idioma vasco, siente apatía y desdén, o más exactamente, aversión y horror a la lectura de obras literarias, escritas precisamente en el único vehículo de expresión que le es familiar. Convivimos hace unos años en plena aldea vasca con honrados aldeanos guipuzcoanos y podemos juzgar sobre el particular con algún conocimiento de causa. Repetidas veces hemos intentado romper el hielo de esta apatía secular que siente el aldeano por la lectura, poniendo en sus manos gratuitamente interesantes libros de literatura vasca, y rarísima vez hemos conseguido despertar su curiosidad y su entusiasmo hacia esta clase de obras. Lo mismo acontece poco más o menos respecto al semanario, a las revistas y hojas religiosas que les hemos recomendado más de una vez con ahínco, con resultado, por cierto, bien poco satisfactorio. Si alguna vez acuden nuestros aldeanos a la librería, será a comprar algún devocionario o el catecismo para sus hijos y rehusarán como una tentación la oferta que se les haga de cualquier otro libro que les sirva de instrucción o de honesto solaz y esparcimiento. La causa de este horror a la lectura, se encuentra, a lo que alcanzo, en la escuela primaria, que en la forma actual de su funcionamiento docente, más que emporio del saber es, al menos en nuestras aldeas, fábrica de analfabetos. He ahí porqué, a nuestro juicio, es casi nula e inutil toda labor en favor del Euskera, que no tenga por base y fundamento la escuela primaria verdaderamente euskérica. Quizá parezca a alguno de mis caros lectores atrevida esta proposición: pero basta examinar, siquiera sea someramente, el problema vital de nuestro idioma vernáculo, para convencerse de que, dada la evolución que por fuerza sufre y ha de sufrir nuestro País, es imposible subsista incólume sin una recia literatura que le vigorice y fortalezca, en medio de los embates de otros dos idiomas en plena vitalidad arrolladora, una lengua, patrimonio de una raza acosada por múltiples peligros y destinada a vivir en reducido territorio. Pero ¿cómo es posible dotarla de una robusta literatura si no cuenta más que con un puñado de lectores?

Sin desatenderse, pues, de laborar sistemáticamente por la extensión del área de los lectores adultos por la propaganda diaria y la celebración de una fiesta anual destinada a ensalzar y propagar el libro euskérico, débese tender a todo trance y cueste lo que cueste a la conquista inmediata de la escuela primaria vasca, interesando a los padres de familia y a las autoridades del País en favor de este problema cuya solución no se hará esperar si responde nuestro pueblo con calor al llamamiento de EUSKALTZALEAK que por su dinamismo y metódicos trabajos en favor de nuestra lengua nativa, y los frutos de bendición que lleva cosechados en el corto espacio de su existencia, parece la entidad elegida por el Cielo para dar cumplimiento a los deseos del Venerable P. Cardaveraz respecto a la rehabilitación social del Euskera.

Tengo por cierto que la verdadera floración literaria y científica que elevará a nuestra lengua al rango y nivel de los idiomas cultos, se iniciará sólidamente cuando las escuelas docentes del País funcionen con arreglo a un plan pedagógico amoldado a los postulados étnicos y filológicos de nuestro pueblo, de las cuales saldrán las masas populares de lectores de que hoy carecen nuestros libros. No quiero en manera alguna decir con esto, que han de cruzarse de brazos mientras tanto nuestros literatos y escritores; sino únicamente que sus producciones literarias están hoy necesariamente por la falta de lectores condenadas a no sufrir los óptimos frutos a que son acreedores sus meritorios esfuerzos. Día vendrá en que las futuras generaciones apreciarán y ensalzarán como merecen tantos y tantos libros de indudable mérito literario que hoy duermen en los estantes de las librerías, cubiertos de polvo. Es este un hecho que se produce con frecuencia en todas las literaturas incipientes. Lejos, pues, de desanimarnos por ello, débenos más bien servir de acicate para no cejar en nuestra gloriosa empresa de enriquecer nuestra literatura con las galas del arte y del ingenio. Pueblos más postrados y caídos que el nuestro, lenguas de menor vitalidad que la nuestra y literaturas más entecas y anémicas que la nuestra han resurgido pletóricos de vida por el esfuerzo voluntario de poetas y escritores, cuyos nombres —humildes e ignorados en su época— viven hoy en la mente de las gentes cultas y están escritos con letras de oro en las páginas de la Historia literaria del mundo.

Ya que de libros literarios hablamos, no quiero dejar pasar esta ocasión sin hacer un ligero comentario sobre la aparición reciente de un libro de suma transcendencia en el campo literario vasco. Me refiero a la soberbia traducción del poema “Mireio” de Mistral, debido a la pluma clásica de don Nicolás de Ormaechea. Más que una mera traducción, parece una obra completamente vasca. En esto estriba, a mi humilde juicio, el mérito principal de este libro, cuyas páginas exhalan un perfume delicioso de poesía, de idealismo y de pureza. Ha sabido ORIXE cuajar en moldes vascos, sin neologismos, sin giros enrevesados de extraño origen, antes con palabras y modismos populares del habla de Navarra la meliflua y bucólica belleza poética del inmortal Mistral. Ha dado con su obra un rotundo mentís a aquellos intelectuales, que, en sus corrillos literarios, cuando no en la bucólica palestra, se atreven a sostener la socorrida tésis de que el Euskera no es apto para la cultura o para expresar la belleza artística. Este afortunado ensayo literario, que, por desgracia, mejor que las presentes generaciones sabrán apreciar en su valor las futuras, cuando luzca radiante el sol del renacimiento literario en el cielo vasco, ha de servir a nuestro dilecto amigo Ormaechea, de estímulo para para afrontar de lleno la composición del poema vasco que, tras siglos de incuria y abandono, espera nuestra lengua. Nadie, entre los actuales poetas, mejor preparado que él para dar cima, con seguro éxito, a tamaña empresa. Su formación clásica, moldeada en el trato familiar con los grandes maestros literarios antiguos y modernos, su extraordinaria facilidad para componer, sus frecuentes ratos de verdadera inspiración y su profundo conocimiento del lenguaje, del alma y de las costumbres del pueblo vasco, le colocan en posición privilegiada para obra de tal importancia. Nosotros seguiremos en la enramada entonando nuestros trinos que alegren por un momento la tristeza de la selva, poniendo una ténue, pero armónica nota, en el gran concierto del universo; más el predestinado por la Providencia para cantar el gran poema de la Raza es a nuestro juicio, en la pléyade actual de esforzados poetas renacentistas vascos, el afortunado traductor e intérprete feliz del poema MIREIO.

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