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Nuevo género poético / (Liburu zehatzik ez)
Nuevo género poético J. Aitzol / Euzkadi, 1930-07-10
(Ensayos literarios vascos)
Para nadie es un secreto que la Fiesta de la Poesía Vasca de Rentería constituyó un resonante éxito. Más bien pudiera ser que al aquilatar y justipreciar el alcance e influencia de ese triunfo y determinar la esencia misma de este acto consolador, variaran, y no poco, los juicios y opiniones.
Para nosotros, más que la concurrencia numerosísima, más que el recio y brioso mitin pro bilingüismo, más aún que la actuación declamatoria de los niños, más importancia, repito, entraña para el resurgimiento literario euskeldun la opinión que a raíz de aquella memorable jornada se va creando en diversos ambientes intelectuales, favorable al resurgimiento de la poesía vasca.
Por incultura e irreflexión iba siendo postergada la poesía vasca a la región de lo inútil y lo ñoño. Mas la fiesta literaria de Rentería ha tenido la virtud y verdadera eficiencia de que no pocos intelectuales euskaldunes se hayan dado cuenta de que es necesario el cultivo del género poético si queremos enriquecer y acrecentar nuestro caudal literario. Este ambiente, beneficioso para la poesía vasca, es el resultado más transcendental de los actos celebrados en Rentería.
Pero no sólo se ha de intentar crear o, mejor dicho, enriquecer la poesía vasca. Es también necesario suscitar y fomentar un género poético que, saliéndose de los cauces universalistas que hasta el presente ha encerrado férreamente a nuestros líricos, los impulse a inspirarse e instruirse en otros campos de belleza y hermosura estética.
Con este objeto propusimos a Mistral, en su magna obra “Mireio”, como poeta localista y maestro del detalle, ya que para construir su monumental edificio literario arrancó materiales íntimos a la vida peculiar y característica de Provenza.
No debemos contentarnos con fomentar el género universalista lírico, romántico o clásico, sino que debemos aplicar nuestras energías a incrustar en la poesía los mil elementos folklóricos íntimos de nuestro pueblo. Debemos imprimir un carácter nuestro a la poesía vasca.
Y también bajo este aspecto ha sido consolador la Fiesta de la Poesía Vasca de Rentería. Al certamen organizado con esta ocasión presentáronse varias poesías, bien apreciables por cierto de carácter totalmente folklórico. “Arraunketa” del jovencito poeta Loidi, capullo que abre su corola de fecundas promesas literarias, describe con maestría sin igual, con rítmica armonía limitativa, con conocimiento técnico acabado, con interesante ansiedad, una regata de arrantzales en la bahía donostiarra. Nada de lo que es peculiar al marino y al cuadro en el cual debe moverse se ha escapado a la observación del jóven poeta. Ha sabido, además, revestirla con verdadera galanura poética. Este su primer éxito, apenas iniciado en el campo de las letras vascas, debe alentar la inspiración del casi infantil discípulo de Píndaro, el cantor de las regatas griegas.
Juntamente con la profunda poesía “Irutasuna”, llena de mística significación y de inspiración severa, que tuvo en suspenso la decisión del jurado calificador y mereció la mención honorífica, presentó Don Nicolás Ormaetxea otra de caracter semifestivo y totalmente folklórico. Estas dos poesías son prueba de la capacidad poética extraordinaria de nuestro querido “Orixe”, puesto que perteneciendo a géneros diametralmente opuestos, son los dos modelos en su clase. “Itzai zekena” tiene el perfume embriagador del heno, el encanto de la vida campesina, vislumbrándose en él retazos de la tradicional ciencia experimental del “nekazari”. Está escrita esta poesía con soltura y facilidad extraordinarias, y acusa la misma que a su autor le son completamente familiares hasta los secretos más recónditos de la vida campestre vasca. ¡Cuánta gloria y esplendor podría prestar a la literatura vasca “Orixe” si se decidiera a cultivar la poesía con decisión y entusiasmo! Es de creer que no ha de negarse a ello.
Finalmente, nuestro ya consagrado poeta Jauregi en la poesía que al final del banquete leyó en Rentería, patetiza que se ha decidido a enriquecer su numen con los materiales de nuestro folklore.
En efecto, en “Pizkunde Eguzkia”, cuya traducción castellana en verso, hecha por el mismo poeta, tenemos a la vista, vemos que ha recurrido con acierto indiscutible, a introducir a los personajes legendarios de nuestras tradiciones. Así, por ejemplo, al narrar cómo el reciente renacimiento vasco vióse obligado a detenerse en su carrera a causa de la violenta coacción de la Dictadura, dice:
“… las Hadas que habitan alegres
en las crestas de alegres, collados,
sus cabellos de oro cubrieron
con crespones de mantos ajados…
Y, salió de su cueva, el Basojaun
el fragor de los vientos guiando
seculares encinas ingentes
derribando con furia a su paso.”
¿Quién no recuerda al leer esta bella estrofa la descripción del dios Eolo, a quien Virgilio nos describe en su “cueva espaciosa, rigiendo los revoltosos vientos”?
Felicísima concepción ésta del Basojaun tan en consonancia con la creencia vasca comparable con la intervención benéfica que la misma poesía atribuye a la Dama de Murumendi, que después de su misteriosa aparición del seno de una estrella deposita el germen de la inspiración en el niño predestinado a ser el poeta de la raza.
Alguien atribuirá a intento pueril estas ideas que sobre la poesía indígena tratamos de inculcar. A los que tal pensaren invitámosles a leer las obras de Homero y Virgilio —nos referimos a sus poemas—, verán que estos no son sino un tejido de leyendas populares entrelazadas con fragmentos mitológicos; que Horacio, en su oda al dios Príamo, describe a las brujas y dedica varias poesías a la hechicera Canidia; que Ovidio en sus metamorfosis y fábulas reviste de forma poética los cuentos del pueblo romano, y en “Acis et Galatea” nos narra la leyenda de Tártaro, que ya Virgilio en la Eneida, y Homero en su obra cumbre, nos describieron con todo detalle; que Shakespeare no se desdeña de pintar un baile de brujas, ni Walter Scott de hacer intervenir a las hadas en sus producciones literarias.
Nuestra leyenda y mitología peculiar, que la ignorancia general desprecia, ofrece a nuestros poetas y literatos un caudal precioso para enriquecer sus producciones. La nueva generación de animosos jóvenes no se olvidará de cultivar su espíritu y gusto estético en las bellas tradiciones que nos han legado nuestros padres.
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