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Aberri oyuak / Joseba Zubimendi /

De oficinista a trovador Aitzol / El Día, 1932-06-10

Cumplimiento de una misión

El gusto literario es el más tornadizo de los placeres estéticos. Cada siglo, cada generación varía, sino cambia radicalmente, de género literario. Van por ahí quedando escuelas y grupos literarios que forman una cadena considerable.

Hoy viven en todas las literaturas entremezcladas, gustos y aficiones los más contrapuestos. Junto al clasicista aparece el más osado vanguardista; a la vera del humanista que irrita a los autores latinos o griegos, el que niega todas las reglas de la perceptiva literaria y va ruda y secamente a la expresión del pensamiento. Este ni es romántico, ni dadaísta, es el hombre práctico, pero dotado de sensibilidad estética, que condena el pensamiensto laconicamente, mas con claridad y originalidad. Desecha toda forma manida y corta la frase a la exacta medida del pensamiento.

Pero las más modernas de las orientaciones literarias no se detienen ahí, es decir, en la forma externa de expresión o en la mentalidad individual del artista. Hasta ahora la crítica literaria se ha entretenido, con fruición, en el hombre genial, poeta, estilista, novelista o dramaturgo. En la actualidad se investiga y trabaja con más intensidad en el estudio de la forma y expresión colectiva de la literatura. De ahí la intensificación y desarrollo preponderante de la crítica, investigación y examen de las literaturas populares.

El poeta popular, el humilde comediógrafo, el modesto narrador de fantasías y leyendas no han tendio cabida en las historias de las literaturas ni han sido tomadas en consideración por la crítica: Solo hemos visto designados en esos volúmenes a los genios que han escrito poemas de renombre universal o aquellos otros artistas que, por su producción abundante y extraordinaria, han sabido llamar la atención de las gentes.

Hoy, sin embargo, se dedican ya volúmenes numerosos al estudio de los poetas humildes, sobre todo de aquellos que han llegado a expresar, de alguna de las múltiples facetas, el alma polular. Y no solamente libros, sino magníficos palacios erigidos para perpetuar las bellezas del arte popular. Recordamos las fotografías del soberbio palacio que Finlandia acaba de levantar para archivar y conservar la literatura popular. Las más modestas poesías, anónimas o no, la vida del más oscuro de los literatos, la insignificante frase proverbial, los refranes, el canto, la leyenda, el cuento, todo resto de literatura popular tiene un adecuado lugar en ese palacio del arte racial de la nación finlandesa. Más de 200.000 documentos de este género cuidadosamente clasificados están a la disposición de los estudiosos que impulsados por un nobilísimo afán desean conocer el alma de las pretéritas generaciones de Finlandia…

Y es así como se descubre, mejor que en las historias tegidas con asesinatos y guerras, amancebamiento y ambiciones de monarcas, la esencia de un pueblo ancestral.

Este culto debemos profesar los vascos a nuestra literatura popular, copiosa y artística que, todavía, en su inmensa mayoría, está depositada en el corazón y en los labios de los genuinos representantes de la raza incontaminada.

Estas consideraciones nos ha sugerido la lectura de un folletito que no contiene sino diez poesias. Diez poesías escritas sin la pretensión de escalar las cumbres del Parnaso. Su autor, seguramente, se habrá dado por bien sastisfecho con acercarse al pie de ese sacro monte para dar rienda suelta a los sentires de su alma, de su alma de patriota enamorado.

Ha sentido este extraño poeta-oficinista la inquietud de una misión. Y se ha propuesto dar cumplimiento a ese interno llamamiento de un deber. Ha vibrado en su corazón el latir de una legión de poetas populares y sin saber como, instintivamente, sin dar tiempo a la reflexión ha recitado, más que escrito, unas poesías que son la expresión bella de una idea ardorosa que sentía en lo más recóndito del alma.

Es Zubimendi un sincero patriota vasco. No es el mecanismo modelo de las oficinas de la Caja de Ahorros campo propicio para alentar la inspiración. Sin embargo, en la revuelta confusión de cantidades o en la larga relación de columnas interminables de cifras obsesionaba al oficinista tenazmente unaidea… poética. La imaginación huía pertinaz de la amplia sala de ficheros y máquinas de escribir para encotrar metáforas y símiles con que revestir un pensamiento suscitado por la idea de la patria vasca.

Inquieto y nervioso, logra, al fin, fuera de su oficina, plasmar en versos euskeldunes, la idea que torturaba su mente. Ese es el origen de las poesías de Zubimendi. Era la gestación de sus versos.

¿Cual su mérito? Disentimos en absoluto del juicio crítico que ha alguno han merecido los versos de Zubimendi. Es necesario tener presente la gradación de la relatividad. Hemos tenido los vascos un gran poeta patriótico, Sabino de Arana. Sus poesías patriotas, tan intensas de emoción, viriles por su expresión, robustas por sus acusadas formas poéticas.

No son así las de Zubimendi. Son más modestas sus ideas poéticas. De menos relieve, ciertamente. Pero hay en ella vibración, ideas escogidas, dulzura… Y sobre todo, manifiéstase en ella una gran preocupación, la de amoldar la forma y el pensamiento a la integencia y gustos populares.

Es en este terreno, del gusto estético popular, en el que hay que juzgar a Zubimendi. Ni su pretensión fue otra que la de escribir para el pueblo ofreciéndole para su recreo unas poesías delicadas. Y ciertamente, lo son, dentro de ese marco tan digno para un artista. Léanse sus poesías “¡Kontuz, Miren!”, “Ua… Ua” y otra que no figura en “Aberri-Oyuak”, pero que aparecerá uno de estos días en el tomo II de las poesías “Eusko-Olerkiak”, del certamen de Tolosa titulado “Seme”.

El pueblo ha sabido hacer justicia a este poeta popular y, por lo tanto, suyo. Se han agotado ya los cinco mil ejemplares de la edición de “Aberri-Oyuak”.

A Zubimendi le ofrecemos un hermoso pensamiento del gran trovador provenzal Giraldo de Bornell. Al fin y al cabo, aunque oficinista, es también trovador del siglo XX. Decía el juglar de la Provenza: “Yo podría componer mis cantos con palabras sonoras, pero mi canto no tiene mérito, si no es entendido por el pueblo. Poco me importa que me critiquen. La verdad es que me doy por satisfecho cuando oigo que las muchachas cantas mis canciones cuando van a la fuente”.

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