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Comentario / (Liburu zehatzik ez)

Comentario Jose de Artetxe / Euzkadi, 1934-07-04

Literatura vasca

El prólogo del cuarto tomo de “Poesías Vascas”, espléndidamente editado por la entidad renacentista Euskaltzaleak, de vida tan fecunda, me recuerda invenciblemente otra obra debida a la pluma ilustre de un vasco desvinculado de su tierra de origen, en la que al par que dedica al arlote vate Iparragirre, se iniciaba como un estudio de la poesía vasca.

El autor —Salaberria, para más señas— no concebía la poesía vasca más allá de las producciones surgidas de la imaginación burda de anónimos artistas al calor de unas sidrerías, a poner por caso. Para él la producción poética vasca se limitaba y no alcanzaba más allá del campo de un Bilintx; por ejemplo, del “Bein batian Loyolan” o cosa por el estilo. No había más que cosas parejas en el campo de la poética vasca.

Además de unas espléndidas producciones poéticas, he aquí, en este cuarto tomo de “Poesías Vascas”, a Etxeberria, el laureado poeta del concurso de Urretxua y hoy en tierras lejanas, llevado a ella por su alma apostólica; al gran “Orixe”, con unos admirables recuerdos que la pérdida de su íntimo amigo “Lizardi” le sugiere; a Zaitegi, al poeta premiado en Zarauz con su admirable “Galburua”; a Arin, el delicado; a Gaztelu ¿seguidor de Loramendi?; a Onaindia’tar Yagoba, otro benemérito religioso que dedica sus cariños al euskera; a Erkiaga, el atrayente poeta bizkaino; a Pagadizabal, el excelente poeta de Irura, bien conocido en las secciones euskéricas de los diarios euskeristas; a Urkidi, de Oñate, con unas dedicaciones dedicadas a Iparragirre; Ametzaga, el inquieto poeta de Algorta; Arrizubieta, el joven apóstol de Mundaka; al veterano y excelente poeta de Ondarribia autor de “Txinpartak”; a Muxika, de Deba; a Kerexeta, como autor de un bien cortado poema. El cuarto tomo de “Poesías Vascas” dedica aun, con muy buen criterio, un aparte a unas poesías inéditas de Loramendi, el poeta del verso musical y sonoro, y en este libro hay sitio para otro poeta vasco destacado, el íntimo Tapia Perurena, tan propicio a desgranar los sentimientos más recónditos de su alma; y por último, Luis de Jauregi, tan transparente como atrayente.

Toda esta copiosa producción poética esta precedida de un admirable estudio-prólogo del dinámico “Aitzol”, propulsor benemérito de la entidad renacentista a quien se deben estas producciones. Si el autor citado en primer lugar de estas lineas se aventuró más o menos cautelosamente en la poética vasca, desde luego con tan precaria profundidad y nulo resultado, pues lamentablemente habría de ser la realidad de la poesía vasca si se atuviera en verdad al juicio de Salaberria; en el prólogo del cuarto tomo de “Poesías Vascas” puede el lector, de la mano de su autor, hacer una magna y provechosa excursión por los espléndidos panoramas de la poesía popular vasca.

¿Quién ha dicho que el vasco es hombre de precaria imaginación? La poesía popular vasca —nos dirá “Aitzol”— tiene unos módulos que le son propios y exclusivos, existe una estética peculiar a la poesía vasca. El vasco, que es poeta por naturaleza, que canta para hablar con facilidad suma es claro que no pueda —como se ha pretendido fácilmente por quienes no nos conocen— hacer gala de estas condiciones sin otra condición preliminar que sea base a aquéllas. Y la poesía popular vasca asienta esta afirmación con sus esplendideces imaginativas. El vasco es un admirable observador. De ahí quizás la fama de sequedad y de austera inventiva que le rodea. Pero su carácter de espléndido observador es claro que ha de redundar magníficamente en el establecimiento de innúmeros y tantos puntos de referencia como en derredor se hayan observado. De ahí que en la poesía popular vasca resalta admirablemente esta facultad de adjetivar con increíble acierto certero todas las situaciones sobre las cuales el numen popular haya advertido materia digna de ser cantada.

El vasco ha observado amorosamente las flores, las especies arbóreas, los pájaros que en sus ramas se posan y anidan; el vasco ha observado atentamente el campo, el bosque, los animales, las estaciones. El poeta popular no ha habido menester más que observar para producir admirables creaciones, orgullo de nuestra literatura popular. Con la observación ha matizado certeramente todas las incidencias que ha cantado en sus anónimas y admirables producciones…

Bien merece el cuarto tomo de “Poesías Vascas”, por su rebosante y rico contenido, el favor de todos los amantes del idioma vasco.

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