« Comentario | Por la literatura euskaldun »
Barne-Muinetan / Orixe / Itxaropena, 1934
Renacimientos opuestos L'tar K. / Euzkadi, 1934-07-15
Desde Unamuno hasta “Orixe”
Apasionados ardientes de nuestro verbo racial, hemos bebido con intenso gozo las saturadas estrofas de BARNE MUINETAN. En el libro de poesías de “Orixe” hemos encontrado una saturación idiomática euskeldun tal y una densidad de expresión tan netamente racial, que hemos sentido durante su lectura el efecto que se percibe cuando en una lucha o en un trabajo se alcanza una etapa.
En la lucha por la vida del euzkera, momificado como se encontraba este por el abandono secular de su empleo integral el artzaia y el baserritar, quienes solo necesitan de un escaso bagaje intelectual, desdeñado por las inteligencias más selectas de la raza, todo patriota euskeldun ha sentido la pesadumbre de la inferior situación del euzkera, y más recientemente, el temor de verlo dilocado de su auténtico genio en un atropello de adaptación a los usos de la vida moderna. Muchas veces han tropezado los euskerálogos en este escollo y otras tantas la inquietud de ver estériles tantos esfuerzos nos ha atormentado. Con BARNE MUINETAN, sin duda, entramos en un nuevo estudio del renacimiento euskaldun, porque ambas dificultades quedan plenamente superadas.
Es fácil reconocer hoy que durante el pasado siglo, principalmente, el estudio racional y científico que sistematizó cientos de léxicos, si de una parte puso en relieve la imponderable origialidad de nuestro idioma patrio y atrajo a su estudio hombres eminentes, también demostró de otra, y más acentuadamente, al coincidir con nuestra más deporable situación politico-cultural, el paupérrimo estado del euzkera como medio de expresión cultural y su condición parásita del románico en este particular. Era entonces, dado el bajo nivel de nuestra literatura, y más todavía, del deficientísimo conocimiento del propio lenguaje, imposible sentirse optimista.
Hemos pasado un periodo, que es el subsiguiente al de análisis detenido de todos los idiomas de países cultos, casi simultáneo, para mayor agobio, al de nuestro máximo decaimiento y de la máxima opresión por parte de los estados invasores, en el que era preciso el doble esfuerzo de desentrañar lo íntimo del euzkera, incorporarlo al lenguaje vivo y adaptarlo al uso euskaldun actual. Así se ha de preparar el remozamineto del euzkera, el genuino renacimiento, que ha de ser por los injertos de expresiones supervivientes en los varios dialectos o por las transfusiones de lo ancestral latente en los clásicos y en el folk-lore. En esta labor, “Orixe” se nos muestra maestro. Es parco en el neologismo. Y es que tanto éste como la adaptación radical, nunca serán renacimiento, sino apósito y cirugía.
Hace más de cuarenta años daba Miguel de Unamuno en la famosa revista alemana “Zeitschrift f. romanische Philologie” una serie de juicios despectivos sobre el “euskera”, criterio que ha seguido manteniendo durante toda su vida, cerrando los ojos a la evidencia de todos los estudios modernos, sin lograr otra cosa con la obcecación más que la denigración de su propio nombre científico. Magistralmente ha examinado “J. Aitzol” en “La muerte del euskera”, publicada por la benemérita Euskeltzaleak, el antieuzkerismo del rector de Salamanca. Sin embargo de ello, no queremos privarnos, con la ocasión que nos brinda BARNE MUINETAN, de añadir nuevos comentarios.
La conclusión esencial que obtiene el castellanista Unamuno de sus abortados estudios sobre nuestro habla, es la de encontrarle desprovisto de núcleo propio para significar idea o estado espiritual, religioso o anímico y ser, por lo tanto, incapaz de servir de vehículo a ninguna cultura superior. Según él, los que tenemos la dignidad de no menospreciar nuestra estirpe y cuanto a ella es esencial, como el verbo patrio, tenemos que hacer un “volapuk” (vamos a entrecomillar sus propios términos) para que nuestro idioma pueda aparecer capaz de manifestar conceptos suprasensibles y morales.
Tome de don Miguel, el renegado, cualquiera de las estrofas de BARNE MUINETAN; lea una cualquiera de sus místicas páginas, y verá que hay euskeldun que conociendo la lingüística comparada, que sabiendo lo que puede haber en el “euskera” de influencia del “sanscrito”, de “gótico”, de “románico”, etc, etc., sabe producir con el léxico vivo, sin “volupuks”, la más elevada especulación mental, “sin enseñar herejías”, según la Iglesia debidamente garantiza al comienzo de la obra.
Eso va desde Unamuno hasta “Orixe”.
Allá por 1893 decía en la revista antes citada: “Un espíritu de campanario (chauvinisme) mal entendido ha hecho que se haga de la labor austera y desinteresada de la ciencia un arma de combate para pretensiones y aspiraciones regionalistas”. Y el mismo Unamuno castellanista que escribiera eso tenía la avilantez de afirmar ante las Cortes de 1931, las de los “payasos, tenores y jabalíes”, insistiendo en su condición de vasco y de lingüísta, que el “vascuence no viene a parar más que en una cosa, naturalmente, tocada por completo de castellano”, ¡¡de castellano!! “Que es muy natural que a los vascos nos halague mucho tener unos señores alemanes que anden por ahí buscando conejillos de Indias para sus estudios etnográficos”.
¿Será posible que Unamuno desde 1885, y aun antes, en que ya se había ocupado de estos temas, no haya leído ni conocido los estudios de Schuchardt, Aranzadi, Obermaier, Bosch-Gimpera, Barandiaran y otras autoridades indiscutidas? ¿Es que será capaz de escribir hoy, documentalmente, dudando, dudando de una auténtica cultura vasca pre-castellana, pre-románica, pre-celta, pre-ibera? Pues ahí le aguardan esas y otras eminencias con la respuesta.
¿Y para qué predica el españolizante catedrático su antieuskerismo? “Para rehacer el castellano, haciéndolo español; para rehacerlo y recrearlo en el español recreándose en él”. Triste confesión, limpia consecuencia que no podemos olvidar. Para crear el español es menester matar el vasco. ¿No es de él mismo la opinión de que es preciso matar el vascuence para bien de la cultura?
“España es renación, renación de renacer, allí donde se funden todas las diferencias, dende desaparece esa pobre y triste personalidad diferencial”, seguía diciendo en el Parlamento. Renacimiento unamunescamente paradógico, que ha de engendrarse en cadáveres, amamantado por intelectuales que desdeñan lenguas vivas y consienten desnaturalizaciones de fenómenos vivientes. Este es el renacimiento español.
¡Ah! pero el euzkera revive, están renaciendo en él todos los gérmenes de su venerable y amplísimo seno, y podemos deleitarnos en numerosos intelectuales euskeldunes que no quieren agonías, que no atropellan y sólo piden respeto y honradez intelectual. Renacentistas que valiéndose de este portentoso euzkera “no tocado de castellano”, y más que “conejillo de Indias de los etnólogos”, llegan a lo más hondo de nuestra alma.
Entretanto la lengua vasca se incorpora, reasimila los elementos vivificantes, no pide extirpaciones ni requiere absorciones de sustancia extraña para mantener su misma vida. No necesita recoger esas “esencias íntimas” de otras lenguas que ha de devorar, y “que hoy tan triste, tan pobremente nos diferencian”, llegando Unamuno a exclamar en su aberración de la sesión de 1931, que depues de ocurrir esto, “¡y aquello sí que será gloria!”.
Ya va sintiéndose la “madre Euzkera” señora de los medios que han de seguir manteniendo el alma de un pueblo que no quiere ir en zaga a la cultura no ser esclavo. Y hoy el poeta, honra del euzkera, y glorificado por los hijos de la “madre Euzkera”, que hace más de medio siglo dijo: “Lurtu itxasoa”, y aunque “el mar sigue estando donde estaba”, exclamaría: ¡Esta sí que es gloria, don Miguel!
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