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Bide barrijak / Lauaxeta / Verdes Atxirika, 1931
Rumbos nuevos Luis de Jauregi / Euzkadi, 1932-01-07
Acabo de leer, con creciente interés, el libro de poesías del laureado poeta vasco “Lauaxeta”. No suena hoy por vez primera el nombre del autor en las letras vascas. Si fué para algunos una revelación su trinfo en el certamen poético de Rentería, no lo fué, ciertamente, para los que seguíamos de cerca sus producciones literarias.
Desde que comenzó a aparecer su seudónimo al pie de composiciones poéticas, cinceladas con un exquisito gusto artístico, sentimos simpatías por el jóven poeta y le auguramos el lugar preeminente que habría pronto de ocupar en el Parnaso vasco. Hoy, ante este florilegio poético, lejos de aminorar nuestra admiración y estima haca él, se han acrecentado al contacto de estas páginas, que exhalan perfumes de casto amor y despiden destellos de no contaminada poesía.
La vigorosa portada y el título mismo del libro, “Bide Barrijak” (“Nuevos Rumbos”) son una significativa evocación de su valioso contenido. Precede a las poesías, escritas en euzkera bizkaino y en castellano, en dos páginas irreprochablemente editadas, un sobrio y erudito prólogo, también bilingüe, avalorado por la firma de “J. Aitzol”, Mecenas exaltador de los poetas vascos e impulsor inapreciable de toda acción vasquista.
No pretendo con las presentes lineas hacer un juicio crítico de esta obra, sino hacer resaltar las impresiones que su lectura me ha sugerido e indicar al autor alguna observación que juzgo oportuna.
En las páginas de todo el libro late una nota simpática: la sinceridad poética. Estos versos son retazos de la vida del poeta. En ellos vibran los clamores de su lucha interior, dibújanse los celajes melancólicos de sus horas de amargura y los destellos luminosos de sus ratos de bonanza; dejándose oír los anhelos de sus esperanzas y percíbese el esforzado afán del poeta por superarse y conquistar los lauros de la inmortalidad literaria, ensayando nuevas rutas jamás holladas en la poesía vasca.
La sinceridad en la poesía, sobre todo en la lírica, es necesaria para que sea buena. Cuanto más sinceros y vividos sean los versos, tanto serán más líricos. La mentira del sentimiento es contraria a la estética, y rara vez producirá poesía que merezaca tal nombre. Por esto estimo tanto estos versos juveniles y me son tan simpáticos, porque en ellas se exhibe el alma de nuestro poeta en toda su desnudez. Son una autobiografía de su corazón y de su mente.
Los asuntos que más generalmente toca pueden reducirse a tres, que constituyen, dentro de la lírica, tres géneros de poesía: el género religioso, el erótico o amatorio, y el filosófico o intelectual, que el autor del prólogo clasifica como poesía pura.
Las poesías religiosas son sentidas y ricas en finísimas imágenes, sobre todo “Miren’i Otoya” y “Siaskatxua”, la mejores a mi juicio, de esta sección.
Donde descuella verdaderamente Lauaxeta es en el género amatorio, tan expuesto de suyo a caer en ñoñeces y lugares comunes de que suelen ir llenos multitud de versos amatorios, y tan peligroso para los poetas que no aciertan a desplegar sus alas del lodazal de la carne. Por fortuna, nuestro poeta ha sabido sortear estos escollos con un fino instinto artístico, sin caer ni en las procacidades demasiado realistas y anticristianas de Heine, ni en el afeminado sentimentalismo de no pocos poetas eróticos. En alguna de estas composiciones hay algo de pesimismo y de sentimiento hondamente herido, al modo de las de Bécquer, pero en todas ellas campea cierto dejo de pureza que las hace simpáticas. Sobresale entre todas las premiadas en el Certamen de Rentería, “Maitale kutuna”, verdadera perla literaria.
Tiene nuestro poeta en su corazón un verdadero jardín de delicados sentimientos y no le falta tampoco imaginación brillante para colorearlos con las irisaciones del arte, ni la maestría para vaciarlos en los moldes de los más variados versos. Hágalo así para bien del arte y del euzkera, sin que le importe que le tachen de melancólico. La melancolía en el arte no es un defecto si es reflejo de un verdadero sentimiento y se expresa con estética elegancia.
No desearía que el autor se aficionase demasiado a la poesía meramente intelectual a que parece haberse lanzado, en algunas composiciones de su libro. En las viejas rutas del sentimiento hallará veneros de inspiración más en consonancia con su carácter de poeta lírico. Dejemos esos intrincados caminos artísticos para los que se sientan a ellos impulsados por su estro poético. Porque para este género de poesía trascendental y emcumbrado, no bastan las ideas revestidas de brillantes imágenes; es menester también dar a la forma belleza extraordinaria, sin que el calor lírico se entibie en el marco cincelado de los versos. Si es dificil para cualquier poeta, que no esté dotado de genio extraordinario, salir airoso en tamaña empresa, lo es sobremanera para el poeta vasco por la índole especial de nuestra lengua. Por esto solamente los que con mayor o menor fortuna cultivamos el huerto de la poesía vasca, podemos apreciar en su realidad y aplaudir como se merece el gesto singular del poeta que tan afortunados ensayos de este género nos ofrece en su libro. Como ensayos literarios están bien y no carecen de valor artístico por la variedad de imágenes de que están ataviados, por la alteza y profundidad de la ideas de la más encumbrada filosofía que en ellos se tratan y por la feliz y poética expresión que, si no en todos, al menos en algunos, indiscutiblemente campea.
Otras impresiones y observaciones pugnan por salir de los puntos de la pluma, pero temo alargarme en demasía. Queden para otra ocasión.
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