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Bide barrijak / Lauaxeta / Verdes Atxirika, 1931

Rumbos nuevos Lizardi / Euzkadi, 1931-12-30

He leído con reposo “Bide Barrijak” y vengo, amigo Lauaxeta, a cumplirlela promesa que le hacía en mi artículo anterior. A darle mi parecer y mi consejo, consejo y parecer de mero aficionado, no de sabio crítico, su único mérito, el de procurar reflejar lealmente mi impresión.

Para ello, nada mejor que el rehacer el proceso de mi examen, echando mano de las notas hechas al margen de cada pieza al acabar de leerlas.

Esas notas me presentan una división tripartita, por materias: poesías religiosas, amatorias y varias.

En el grupo primero ocupa la cabeza, a mi juicio, la bella poesía “Maitale kutuna” ya muy conocida del público por haber obtenido el máximo galardón en el certamen de Rentería del año 1930. “Zaurija” es delicada, de dicción fácil y agradable. “Ituna” es sentida, bien expresada con un final impresionante. “Betikorra” es una elegía de amor, que, dentro de su estilo, con exceso lacrimoso para mí, tiene emoción. “Bijotzean” es fácil de expresión y bonita.

Sigue buen número de piezas de poco contenido en general, pero con frecuencia avaloradas por un pensamiento final hondo e inesperado: “Mao gorrija”, “Lili negarra”; “Lied”; “Illuntzeko ixarra”, “Itauna”: “Bere illobitan”.

En la sección de las religiosas: “Miren’i otoya” es sentida y sencilla, fluye límpida y sin retorcimiento. “Jaungotija” está escrita con corazón y dicta en general aceptablemente, sin librarse empero de pasajes oscuros, que obligan a acudir al castellano. “Goguaren eresija” es sentida, profunda y no carece de aciertos expresivos. “Siaskakoa” es delicada, de expresión estremecedora.

“Jaunagan atsedena” profunda por el asunto, la encuentro obscura e imprecisa en el lenguaje —obsérvese también que es difícil de concepto— y algo fatigosa, bien está “Miren neskutsaren baselexa”, pues también se me hace cansada.

Entre las de asunto vario, “Goxaldeko edurra” es rica en imágenes y fácil de seguir por su unidad; “Neguko gaba” es otra de las poesías hermosas de este grupo feliz también en imágenes, con aciertos de expresión junto algún que otro verso menos logrado. Hermosa es también en conjunto y más al principio, “Artxanda ganian” pareciéndome que luego se da con exceso a moralizar y a filosofar, “Itxasora” buena, aunque no plenamente lograda en punto a hilación sobria, ni a expresividad; impresiona por la valentía y belleza de la concepción. “Seiñai abestu” es patética con unidad, medida. “Arotzak” profunda y ligera a un tiempo. “Ezilkortasuna” filosófico-religiosa, pletórica de ideas, pero la imaginación las hila con dificultad; significa junto con varias otras de las citadas un meritorio esfuerzo de adecuación del idioma, puesto de intento en contacto con áridos conceptos. “Itzarrik” de carácter parecido al anterior, está bien de idea, pero corta e incompleta de expresión; como en algunas otras, la clave romance da cosa más ligada y comprensible que el original, “Txakurtxuba” simpático juguete, descripción alegre, movida y graciosa. “Gabeko irrintzija” con deje amoroso describe acertadamente al principio como para inclinarse luego a ese sentimentalismo demasiado “emeegia” —por decirlo de algún modo— a que tan profuso es nuestro Lauaxeta en una parte importante de su producción. Siguen “Iturri negarra” y “Abestija”, dignas. En “Mendijetara” el asunto es bueno, pero también aparece tratado con excesiva sensiblería, adoleciendo, además, de cierta pesadez y de repetición de conceptos. Las últimas para mi gusto, se entiende son “Gexorik nago” y “gazte gexua” enfermizas de nombre y de producción.

En cada grupo he procurado guardar cierto orden aproximado de relación acorde con mi impresión personal.

La lectura de estas acotaciones da, por sí sola, idea de las cualidades y de los deseos predominantes a mi juicio, y por tanto en contraposición con los últimos de los consejos que yo me siento inclinado a dar, por más que ello me repugna un tanto, por lo que pueda tener de pretencioso en quien mejor los hubiera para guardarlos que para vendidos.

Hay en la obra de Lauaxeta abundancia de pensamiento y de imágenes, delicados, ingeniosos, profundos. Lástima que con alguna frecuencia den la sensación de amontonamiento. Creo que ni aun “Maitale kuttuna” se libra completamente de ello. En cambio, son excepción varias de las poesías amatorias cortas que en gran parte por su misma brevedad, y otras que en mi anotación he procurado ir señalando. En presencia de algunas piezas me ha venido a la mente la idea de un conglomerado de perlas donde fuera difícil seguir el hilo, imprescindible a pesar de su escaso valor aparente, para completar la obra de arte llamada collar. Creo que Lauaxeta debe tender a componer collares perfectos: le sobran facultades, de más bien necesita disciplinar en el sentido de desechos materiales, para engarzar en un plan meditado las necesarias solamente. Hay piezas en las que se advierte un sentimineto profundo y de buena ley, pero con frecuencia degenera en sentimentalismo, como hemos dicho, y en gran parte de la sección amatoria, me parece algo artificioso.

El tono general del poeta es de tristeza, hasta el punto de que quizá sólo una poesía ríe amable y despreocupada —me refiero a aquella del perrito— aunque alguna otra, como “Itsasora”, apunte a una radical rectificación, pro a los recios optimismos. Al emborronar al margen de la pieza “Neguko gaba”, una de las más hermosas, la primera frase fue ésta: “optimismo de un triste habitual”; y es que en cierto momento me dió la impresión de que el poeta, para sentirse alegre ante el fuego de su hogar, había necesitado gritar fuerte dentro de sí: “¡Largo, fantasmas!”.

Cierto es que la tristeza puede dar lugar a bellas obras; y es el propio poeta comentado quien se encarga de demostrárnoslo, pero si adquiriera mayor reciedumbre en el sentir, su obra generaría aún en los casos en que exprese dolor.

Finalmente, involucradas hay, en mi sección de varias, unas cuantas piezas demasiado cerebrales que marcan un nuevo tanteo en el marco de los que se ha entregado este inquieto labrador del idioma. Con perdón de los señores de la poesía pura que cita Aitzol, yo le aconsejaría amigo mío, que se haga usted todo corazón y ojos que apenas deje a la cabeza sino aquel cuidado, recomendado ya, de dar unidad y engarce a los elementos aportados por aquéllos; no le consienta usted demasiado la conjetura, la disquisición, la pregunta capciosa, el silogismo: creo que eso, exagerándolo al menos, y aun sin tanto, enrarece y hiela el ambiente lírico.

En cuanto al ropaje de sus conceptos poéticos —ya se lo indiqué en mi primer escrito— creo que debe usted esforzarse en alcanzar cada vez una expresión más justa y más densamente vasca; me parece evidente que si en algo ha de ser superior el verso lírico a la prosa no será por lo que todo verso tiene inevitablemente de convencional, sino por lo que ayuda a extraer del lenguaje el máximo de sustancia expresiva. Sé por repetida experiencia que esta concepción tiene entre nosotros numerosos y acérrimos enemigos: A ellos me dirijo para hecerles observar que la poesía tiene otros géneros, como el épico, que no pide el mismo grado de concentración, y cuyo cultivo procuramos promover los que a él no nos sentimos llamados; y que en un género u otro, siempre el espíritu auténtico del idioma tiende a la densidad expresiva en grado muy superior al romance, que tanto ha tenido que pesar sobre nosotros para hacernos agradable lo redondeado y lo relamido.

Pero perdóneme, Lauaxeta, ésta ha sido una disgresión que no reza ni con usted ni con la finalidad de este trabajo.

Y ahora voy a descender a minucias. Cuando se ha procurado hablar con honradez de lo esencial, ¿por qué no llegarse también a lo accesorio, en un afán de integral perfeccionamiento?

Abundando en la idea de que el verso lírico debe aspirar a concentrar en sí el mayor grado posible de belleza, conviene ponga usted atención en evitar incorrecciones gramaticales que a veces se le escapan, como el empleo un tanto arbitrario de modismos y formas, recuerdo de momento las de bait- unido con flexión verbal, el “-ari egon”… etc, cierta libertad en la formación de flexiones sintéticas, junto con casos del auxiliar, que rara vez —es cierto— me han parecido trastocadas.

Un pequeño detalle que en ese orden de las minucias me ha llamado la atención en su empleo del guión, que creo equivocado.

Pone usted con frecuencia “Bide-barrixak”, “Illuntzeko-ixarra”, en cambio, “Artxanda ganian” pareciendo que debiera ser al revés.

En la medida del verso, hay de vez en cuando transgresiones a la ley de diptongos, que hemos ya dado todos en seguir. Me refiero a la formulada por Sabino de Arana y Goiri, que a mi juicio debe ser rigurosamente obligatoria por las razones que aquel preclaro tratadista expone, y porque aun con eso y todo, tiene el verso vasco dificultad bastante para ser leído con propiedad, para quienes tenemos el oído educado en romance.

Y ahí tiene usted, Lauaxeta, todo lo que he podido yo sacarme de dentro: más ruido que nueces, como habrá echado de ver. Debo con todo, aún prevenirle de un terrible peligro: y es que después de que media docena de sedicentes críticos le hayan expuesto su parecer y sus consejos, puede sucederle hallarse más terriblemente desorientado de lo que jamás creyó poderlo estar nunca. En cuyo caso —este sí que es un señor consejo— tire sin miedo por la calle de en medio, que es apartarnos cortésmente con la mano o con el pie, y déjese llevar libremente por el pájaro cantor que lleva dentro.

Y a los maliciosos que se hayan sonreído al leerme, diciendo para sus adentros: “famosa tarea ésta de los íntimos de doña Perfecta; con que desenfado vende consejos, estando a ratos tan a falta de ellos”. Díreles con sencilla cordialidad que tienen razón por arrobas, que es en efecto más fácil criticar mal un poema que hacer bien un solo pareado.

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