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El cantor de la vida vasca / (Liburu zehatzik ez)

El cantor de la vida vasca J. Aitzol / Euzkadi, 1930-10-12

Cuidadosamente recortada de la página de un diario, hemos colocado una poesía sobre la mesa, para recrearnos con su lectura al final de la jornada diaria. Acogedoramente invitados por la quietud de la noche hemos iniciado la lectura de los versos. Están escritos en euskera, en un euskera sencillo y fácil. Ello presta nítida transparencia a la poesía. Leída ésta una vez, nos asombramos. Juzgamos ser víctimas de alguna sugestión y volvimos a leerla con más fijeza. Al terminar de leerla brota, por analogía en nuestra mente, el recuerdo de un poema que, aunque pequeño, a inmortalizado a un poeta alemán, a Schiller.

Dejándonos aconsejar por la frase de Victor Hugo de que “la crítica soberana tiene su punto de partida en el entusiasmo”, gustosamente nos abandonamos a merced del que en nuestro ánimo ha despertado la última de las poesías de “Orixe”.

La fundición de una campana sirve a Schiller para entretejer, con insuperable maestría, un poema de gran viveza descriptiva de los episodios más destacados de la vida del hombre. Las pinceladas descriptivas del cuadro contrastan con los soberanos pensamientos filosóficos del destino de la humanidad.

La fundición de una estatua ofrece a “Orixe” la ocasión de esbozar con vigor los trazos psicológicos de un alma poeta, patriótica y cristiana. Concepción más grandiosa y universal la de aquél, más modesta y particular la de éste; elevación a las altas regiones de la filosofía de la humanidad en Schiller; penetración fina del corazón de un hombre privilegiado en “Orixe”; más amplio, con ser diminuto, el poema del poeta alemán; brevísimo el del vate vasco. Ya con esto quedan cada una de estas poesías colocadas en el lugar que les corresponde.

En manera alguna se trata de una imitación lo que por otra parte, nada rebajaría el mérito ya que ésta, juntamente con la inspiración, son las dos fecundas fuentes de la poesía, sino que la comparación de entrambas producciones artísticas estriba en cierta analogía de la concepción poética.

El medio del cual se sirven los dos poetas, el uno exaltar una breve concepción de los destinos humanos y el otro para producir, una instantánea impresión psicológica de un hombre, es parecido, la fundición de una campana y una estatua. Los dos intervienen en los trabajos, dirigen la labor de los fundidores, y de esta labor material se elevan a regiones más dignas y superiores. Esto es lo que hay de común entre ellos. En todo lo demás difieren. La finalidad del asunto, su desarrollo, los detalles descriptivos, no tienen parecido alguno.

Sirvan de comprobación de cuanto decimos estos versos que representan la labor de los fundidores de Schiller, para compararlo con las estrofas similares de “Orixe”.

Para que el horno actividad recobre,
trozos echad en él de seco pino,
y oprimida la llama, su camino
búsquese por la cóncava canal.
Luego que hierva el cobre,
con él se junte, y obre
estaño que desate el material
en rápida corriente de metal…
Esos cañones negrar miramos;
pérdiga larga hasta la mesa cale;
que si de vidrio revestida sale
no habrá para fundir dificultad…”

Tras la traducción de Hartzebuch, reputada como obra maestra, caemos en la cuenta del dinamismo y fuerza poética de este poema. Compárense los versos citados con esta estrofa tallada y vigorosa, llena de ardorosa actividad:

“Biztu zaize, sugiñak,
or duzue burdin;
ik, mutil auspoari
geratzeke eragin.
Ik, gertu eik gargara
neurri doi-doiekin,
salda gogor-bearra
bertara sartu dein”.

“Sea proporcional —añade— su rostro y su cuerpo; más fuera mezquindades para modelar su corazón. Perfilado con los golpes del martillo; del crisol saldrá empañado en oro.” Ordena que la imagen sea fiel retrato del poeta y que en su corazón graben las palabras: “Si el euzkera muere, no deseo ya vivir”. Termina su poesía con la última recomendación: “Taladrad la imagen, pero perforadla hasta su más recóndito seno y en él escribid que, si fue poeta y vasco, fué sobre todo, vasco creyente”.

Esta somera idea es un pálido reflejo de la expansión férrea y brillante de tres de sus magníficas estrofas. La audacia mísma del concepto y la valentía de algunas expresiones dan una grandiosidad indiscutible a este poeta.

No se vaya, por esto, a imaginar el lector que es de tonos grandilocuentes esta composición. Antes al contrario, es de forma sobria y sencilla, pero con esa sencillez que el padre del romanticismo calificó de “sencillez que engendra grandeza”. Si hemos de ser francos al estampar nuestro juicio, hemos de manifestar que, quizás, el ropaje externo de esta poesía es un poco pobre y que no responde a la magnificencia de la concepción y a las expresiones tan bellamente poéticas que encierra. Se nota un poco de precipitación al llevar la hilación a través de las estrofas.

El mérito, para nosotros principalísimo, de esta poesía estriba en los detalles populares con el que el poeta ha revestido su hermosa concepción. Tratando de honrar a un poeta escultor, Arrese y Beitia, nacido en un pueblo de tradicional abolengo de ferrones, ha sabido encuadrarla dentro de una ferrería genuinamente vasca, en el cual se desenvuelve el autor con soltura. Quizás “Orixe” no lo haya pretendido, pena es que el vate que, como ninguno, siente la vida vasca; sin proponérselo, la refleja con maestría y sus estrofas resultan pinceladas que describen el paisaje euskeldun, estampando en el cuadro retazos del alma característica euskotar. Es él quien ha de crear un género poético vasco, para nosotros el más trascendental que vigorice nuestra numen genuina, indígena, perfilando los sentimientos humanitarios universalistas dentro del detalle íntimo de nuestra vida peculiar.

Varias poesías suyas, que tenemos a la vista, nos lo aseguran así. Más, quédase para otro rato el contemplar este tema.

Hoy, terminaremos con esta consideración. Si el resurgimiento literario viene precedido por la aparición del florecimiento poético, debemos alegrarnos los vascos. Nunca, hemos tenido un plantel de tantos ni tan valiosos poetas. Tras Jauregi, Orixe y Lauaxeta vemos destacarse a otros jóvenes prometedores de fecundas promesas. Elocuente testimonio de lo que afirmamos es el librito “Poesías Vascas”, recopilación de las más selectas que acudieron al certamen poético de Rentería y que, en un lujoso tomo, las acaba de publicar la Sociedad “Euskaltzaleak” con su traducción castellana correspondiente. Libro, quizá, el más valioso de toda nuestra literatura euskeldun!

Es grato registrar estos consoladores progresos de nuestra lengua, que al cabo de los años mil, vuelve a reverdecer llena de juventud.

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