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“Barruntza leyoan” / (Liburu zehatzik ez)
“Barruntza leyoan” Iban de Miots / Euzkadi, 1933-08-17
La canción del amado y los poemas vascos
El tercer tomito de poesías vascas que acaba de editar la Sociedad Euskaltzaleak, nos recuerda un dolor y una amargura. En la primera página de “Eusko-Olerkiak” está impresa la fotografía del malogrado Joaquín de Bedoña, “Loramendi”, como en la del segundo tomo aparece también la efigie de otro muerto ilustre: “Xabier de Lizardi”.
Dos jóvenes vates arrancados tempranamente del vergel de la literatura vasca, cuando afanosos cuidaban flores de poesía. Jóven era “Lizardi”; pero pudo dejarnos el fruto maduro de su ingenio. “Loramendi” apenas había traspuesto el umbral de la juventud. Pero, sin embargo, ha dejado escritas poesías por las que para siempre será citado su nombre con elogio en los anales de la literatura vasca.
“Lizardi” era ya el literato y lingüista en la plenitud de sus facultades. Sintiéndose, como tal, pletórico de vida, había emprendido el camino que conduce a la inmortalidad. Concebía obras de gran osamenta y contextura poética. Había dado comienzo a un poema eminentemente lírico, cuyos pequeños fragmentos los había publicado en “Yakintza”. Personificando ideas universales en concepciones definidas, a lo que tan aficionado era, iba dándonos a conocer los protagonistas de protagonistas del poema. “Gazte”, título de la poesía publicada, era el personaje central, que no era otro que el mismo poeta. Esta y otras empresas literarias, como una novela esbozada, han quedado para siempre sumidas en las sombras de lo desconocido.
“Loramendi”, que falleciera doce días después del inolvidable Joxe Mari Agirre, sintiendo la instigante inquietud del genio, revolvía en su fantasía los proyectos para el futuro. También él ha dejado trazados en pliegos de dimensiones crecidas croquis y sinopsis, versos y estrofas desperdigadas, notas y esbozos de tres o cuatro poemas a modelar, a las cuales pensaba dedicarse en cuanto diera cima a sus estudios teológicos.
¿Qién podrá medir en toda su extensión las quiebras que al euskera han de seguirse de la muerte de estos dos poetas, fallecidos al iniciarse el año actual? ¿Qué impulso no hubieran impreso a nuestra literatura poética estos dos vates, laureado el uno en 1931 y el otro en 1932. Sus dos efigies, como colocadas en un Museo Nacional, quedan encerradas en esos meritísimos y riquísimos tomos de poesías que anualmente edita Euskaltzaleak.
Y con sus fotografías quedan perpetuadas sus obras maestras: “Baso Itzal”, de “Lizardi”, y “Barruntza leyoan”, de “Loramendi”.
Es “Barruntza leyoan” la canción del amado. Canción plena y totalmente mística, llena de unción seráfica, como escrita por un seguidor del enamorado de Asís. Era “Loramendi” capuchino.
En esa poesía mística de Joaquín de Bedoña se dieron la mano la inspiración fogosa, la […] fantasía y el sentimiento religioso de un amor sinceramente sentido hacia Dios.
En cada una de las numerosas estrofas se notan las palpitaciones del amor espiritual, las pinceladas recias de la fantasía y el resplandor de la inspiración.
No es plácida y tranquila la poesía. Es más bien ardorosa y torrencial, como sentida por un corazón juvenil y creada por una imaginación que, al abrirse a la vida del arte, desgrana colores, luz, aromas y esencias con prodigalidad. Y todo ello brota de la intimidad más recóndita del ser del artista. Nada hay en esta poesía que diga relación con el mundo exterior. Nada de lo que fuera mueve ni inspira al artista. No niega la maravillosa hermosura de la naturaleza; pero prescinde de ella en absoluto.
Sólo hurga en sí mismo y busca en el mundo interior, donde encuentra tesoros inagotables de emoción y de arte. Un poeta religioso no ha podido legarnos como testamento poesía más adecuada a su vocación que “Barruntza leyoan”.
Es esta composición la que avalora principalmente el tercer tomo de “Eusko-Olerkiak”; pero hay en él otras poesías dignas de elogio. Candorosa e ingenua, “Maite-eziña”, de Jakajortaxarena, donde dos jóvenes, zagal el uno y jovencita callejera la otra, entre dimes y diretes de fragancia popular encantadora, se dibujan sus vidas, tan diferentes y tan distanciadas. Sentido canto de arrepentimido “Maite damu”, donde el consagrado poeta Jauregi, en estrofas llenas de sentimiento, canta el dolor y el reconocimiento de un alma atribulada. Serenidad en el dolor, tranquilidad en la amargura. Contrición llena de majestuosa gravedad.
Hay una revelación en este tomo. Es el del joven lekeitiarra Eusebio de Erkiaga. Es un poeta novel que aporta inspiración y sentimiento muy marcados. Descripción alegre en “Mendi goi-goian”, reflexión y emoción en “Zori gaitz eta Itxaropena”. Vuelve en este tercer tomo a aparecer de nuevo el jovencito Loidi’tar Paben. Como en su notable poesía dedicada a las regatas, que fué un magnífico acierto, también en esta canta las emociones de un partido de pelota entre amigos. Es laudable el intento de escribir poéticamente las incidencias y suertes del juego; pero es su primera poesía muy superior a esta. Lazkoz, el artista cura de aldea del Baztan, pintor y poeta a un tiempo, nos pinta y canta una escena bucólica de la montaña nabarra, llena de frescura, como la de la hierba segada y de fragancia, como la del heno recogido por las alegres aldeanitas baztanesas.
Una nueva innovación contiene las páginas del libro. Dos hermosos poemas, de caracter más bien épico el uno, lírico el otro, enriquecen sobremanera el mérito de esta tercera publicación. Es de Jakakortaxarena el primero, titulado “Len-Euskotarra”. Los materiales se los presta la mitología. Su inspiración crea la trama. Y la fantasía imprime color y ambiente a la aparición del primer vasco entre las montañas euzkadianas, en un mundo de ensueño, de embrujamiento y de hechicería. Tiene el poema interés, novedad, viveza, riqueza de descripción y amenidad. Algo más de fuerza creadora que fundiese con más unidad los materiales hubiera hecho de este poema, ya hermoso, algo digno de los más calurosos elogios.
Tapia Perurena, el de la intensidad lírica y el de la concepción ideológica profunda, que rompe moldes y convencionalismos para dar paso a sus fantásticas creaciones, nos entrega un acabado modelo de poema lírico.
Es el poeta que siente ansias de libertad y se lanza, en alas de su imaginación fecunda, a preguntar a los elementos que es lo que detiene el curso libérrimo de sus destinos. Y todos responden, gimiendo, que la falta de libertad. Entona a la libertad un delicado himno, a la que ruega se pose como blanca paloma sobre el regazo de la patria.
“Ator i ere Aberriaren
Bekokia laztantzera;
Ta uso zuri lez, gero pakia
Magalean ezartzera”
Cuanto más detenida y repetidamente se lee el poema “Azkatasuna”, más caudal de profundos y bellísimos pensamientos se hallan en él. Tapia Perurena es el poeta de las ideas graves y de las formas exuberantes, que se hermanan para crear composiciones de una ponderación artística extraordinaria. Con este vate el Renacimiento vasco tiene contraída una deuda nada común.
Estos dos poemas tienden a una finalidad patriótica. Pero no son poesías de corte antiguo. Ni son lacrimosas no elegíacas. Ni proféticas ni ditirámbicas. Se canta a la patria, en una, a través de un mundo antiguo de tradiciones, y leyendas poéticamente descritas; en la otra, a través de la naturaleza que en su universalidad aspira a la libertad. Son de corte moderno, que aportan al arte euskeldun nuevas modalidades artísticas.
Y así los poetas van labrando y enriqueciendo el alma nacional, el euskera.
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