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Estética peculiar de la poesía vasca / (Liburu zehatzik ez)

Estética peculiar de la poesía vasca J. Aitzol / Euzkadi, 1934-04-21

(Floración de nuevos poetas)

Hemos leído con singular afán el tomo IV de “Eusko-Olerkiak” (Poesías Vascas). Al doblar la última página, un gratísimo optimismo ha rondado nuestra alma. Este tomito es mensajero y pregonero de nuevos y destacados valores de la literatura vasca.

Ayer cayeron, segados por la muerte en la flor de la plenitud poética, nuestros inolvidables “Lizardi” y “Loramendi”, nombres y hombres indeleblemente grabados en esos diminutos tomos, que harán perdurables, como ciclópeos monumentos a pesar de su pequeñez, a los dos poetas, luceros de la aurora vistosísima de nuestro renacimiento poético. Hoy llegan otros jóvenes enardecidos por la misma inspiración que iluminó a aquellos. Son portadores de la misma fe patriótica que ellos llevaron en sus pechos y la misma llama ardiente foguea su juvenil inspiración. Los nuevos nombres son Etxeberria, Arin, Zaitegi, Onaindia, Gaztelu… hasta ahora plenamente desconocidos en la literatura patria.

Etxeberria (Francisco), se lee al pie de la fotografía del poeta premiado. sacerdote en una pequeña aldea guipuzkoana y maestro rural hace aún muy pocos años. Pero maestro por amor patriótico. Dedicado a instruir en euzkera a los niños del barrio de Santa Lucía, en Ezkioga. Algo más tarde le vemos pasar rapidamente por la Dirección del semanario euskeldun “Argia”, para encerrarse en la santa casa de Loyola. La República le obliga a “comer el amargo pan del destierro en tierras extrañas”, según clásica frase de Dante. Desde ellas remite su poesía al cuarto certamen de Eusko-Olerti-Eguna. “Bost lore” se titulaba, y ella resultó la premiada.

Cuando al jóven jesuíta se le notificaba que había sido distinguido con el premio de honor, acababa de embarcarse en Marsella hacia tierras de China, revestido con la altísima investidura de misionero de infieles. Es el prototipo del gran corazón enamorado por dos altísimos ideales: el amor a los suyos, concretado en la patria, por cuya lengua nacional labora la tregua, y el amor al universo, por cuya salvación abandona a su más puro e intenso cariño: a Euzkadi.

Hemos dicho que el misionero patriota labora sin tregua por el idioma nacional. En efecto, apenas pisa tierra china, la tierra suspirada por Xabier de Yatsu, redacta en casticísimo euskera unos anales de la misión de Wuhu, donde cerca de un centenar de apóstoles vascos trabajan por evanjelizar el pueblo más numeroso del mundo. E impreso en las imprentas chinas de la Misión Católica de Wuhu, y pulcramente editado, por cierto, han recibido millares de vascos estas páginas redactadas en euskera por el mismo poeta.

“Bost lore”, el simbólico ramillete de cinco delicadas flores, ha suscitado entre los aficionados a la poesía vasca vivísimos comentarios. Cada cual, después de releer con sosiego y paz las poesías del cuarto tomo de “Euzko Olerkiak”, podrá naturalmente, formarse su opinión libérrimamente. Yo me inclino plenamente por la decisión del Jurado calificador, aunque no dejo de reconocer el gran mérito de otras poesías, varias de las revelaciones singulares de poetas noveles.

“Bost-lore”, sin desmerecer en nada poéticamente, tiene una cualidad que debemos recomendar sobre toda otra. La transparencia, la perfecta inteligibilidad poética y lexicológica, la fluidez natural y sana de un estilo que rehúye todo artificio y engaño. No debe haber poesía sin claridad, sin trasparencia. Porque lo conceptuoso, lo esotérico, tanto de concepto como de expresión y de palabras, produce fatiga, cansancio, y muchas veces, como consecuencia lógica, el hastío. Y donde todo eso se produce, no puede haber placer estético. Y sin placer estético no puede producirse la belleza en la imaginación de los lectores.

No vaya a creerse que el único valor poético de “Bost lore” es la claridad diáfana. No. Esa cualidad, desprovista del valor poético, es nada. Las flores de que habla el poeta son simbolismos sentimentales brotados del alma artista. Canta a la flor silvestre de Belabi; pero en ella simboliza a la naturaleza; se duele de la caída de Eskarne y suspira por la inocencia; tiene un hermanito, de quien cuida primorosamente, y la muerte le arrebata; después de maltratado por un maestro extraño; hace el panagérico de la familia de “la ciudad vieja” y añora su vida patriarcal; y finalmente, suspira por la patria, por cuyos destinos tiembla angustioso.

Es una poesía discreta. No habrá, es cierto, concepciones de elevadísima inspiración. Pero en las cinco partes, que guardan una indiscutible unidad lírica, hay una virtud que la hace a nuestros ojos preciadísima en extremo. Es el poeta que, como ningún otro, ha percibido la belleza “vasca”, la de la naturaleza vasca tal y como el alma vasca la ha visto a través de los siglos y tal como la imaginación popular ha expresado su belleza. Y con esta técnica poética popular, tan bien captada, ha ido derramando a lo largo de su composición símiles, comparaciones e imágenes netamente vascas por el fondo y la expresión por la maestría y forma.

Y es este un mérito extraordinario. Tiene la poesía vasca “su” estética específica, propia, distinta de las demás. La imaginación vasca ha intuído la belleza de la naturaleza que le rodea a su modo peculiar y la ha expresado también conforme a los dictados de su inspiración particular. Por lo tanto, al expresar esta belleza poéticamente, ha creado un canon propio de la belleza poética.

Y de este aspecto importantísimo de la poesía han hecho caso omiso no solamente los poetas anteriores al renacimiento actual, sino nuestros mejores poetas actuales. Escriben en un euskera perfecto, con un gusto acabado y exquisito; llegan al alma del pueblo, por conocer profundamente su psicología. Todo esto y mucho más puede decirse de ellos. Pero no basta, a mi juicio; todo eso para ser genuino representante de la poesía euskeldun. Debe intuirse y expresarse la belleza vasca, como el genio de la raza ha intuido y expresado esa belleza poética.

El objeto de la comparación del símil, de la metáfora, del símbolo, los materiales que para ellos ofrece la naturaleza en el País Vasco, la manera de elaborarlos, de colocarlos después en la estrofa, la relación de los mismos con la unidad poética de la poesía, etc., constituyen una técnica específicamente vasca. A nuestro entender, los poetas no han advertido o han olvidado este carácter propio de la poesía vasca. Abundan en el elenco de nuestra poesía popular los ejemplos para ilustrar nuestro criterio. Y en él vamos espigando para redactar un ensayo de estética de la poesía vasca.

Pues bien, quien nos ha sorprendido gratísimamente en este aspecto ha sido el poeta Etxeberria. Salpicada está su poesía de estos elementos poéticos magníficos. Los prodiga, sobre todo, en alguna de sus partes, con verdadera destreza. Tan importante aspecto artístico y el tema tan sugerente y abundante, nos han hecho prolongar este artículo. Sólo a modo de iniciación traigamos al azar unos ejemplos.

“Gora doa orman untza:
Oni dagio laguntza
sasi ta oste zorrotzak”.

“Arto ereintza orain bukatuz
Badute poza musuan,
Arantzatxua eskuan,
Yorrai tikia onduan,
Goiko pakia barruan.

“Lengo sagarrak, orain arantza…
Ingurun ez det lizarrik”.

Pero renunciamos a enumerar estos aciertos. Ni a comentarlos, puesto que poco valor pueden tener sin verlos allí donde el poeta los emplazó.

Sólo nos satisface el señalar una senda que debe ser restaurada. Y que es galana, bellísima y hermosa, además de ser nuestra.

Bien puede ostentar con plenitud el título de poeta premiado quien supo iniciar su inspiración poética por la senda de la estética.

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