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Barne-Muinetan / Orixe / Itxaropena, 1934
Barne Muinetan L. Ayanbe / El Día, 1934-05-17
Poesía religiosa II
Después de la sentida dedicatoria al inolvidable Xabier de Lizardi, que es todo un […] al Infinito, principia el tomito de Orixe con el tríptico “IANKOAREN BEGIERA”, en que considera la presencia de Dios: en todas las criaturas, en el S. Sacramento, en las almas justas por la inhabitación del Espíritu Santo. Ya dejamos citada antes, la impresionante frase: “¡AU NAUZU ZAITEZ ERRUKI!”, a la que siguen apelaciones a la misericordia divina, formando un a modo de calco del Miserere.
Nos adelantamos, también en el primer artículo a transcribir estrofas de “ALDAREAN”, regalo de exquisitez muy propio para las almas eucarísticas.
En la tercera parte del tríptico se expone el motivo más repetido del autor, como el deseo de escuchar esa música interior de los clamores del Espíritu Santo, cuyo templo son las almas:
“Arnas  sainduak  gaitu
Bestetara  goaz  ta
gu  iauretxe  bizi;
Iauna  an  naiz  ikusi,
geurongan  dugu,  ta  gu
begira  asmatzen  ez  ta
geuregandi  igesi,  aietan  gu  nasi.”
“BENDECID LUZ AL SEÑOR” que viene a continuación, es una poesía de carácter más didáctico, pero sin que esté ausente la parte afectiva. Se cantan en ella las excelencias de la luz natural de la razón, que es suficiente para conocer a Dios; pero se reconoce que hace falta otra luz superior para conocerle más distíntamente. La voluntad potencia ciega habla, deseando buscar un lazarillo por esas vías superiores en donde no le puede guiar la razón. Lo encuentra y se felicita:
“Andre  Sinismen  zure  nauzu  ta  ez  al  zakit  aspertuko.
lotu  ditzagun  esku  ok  Zuk  nadukazun  beti  oleska
bi  burni  mutur  elkar  urtuak  Iaungoikoaren  atetan;
diran  baino  estuago.  beretzat  egin  nindun  ezkero
Senide  bain  geiago  zaitut,  nola  ni  utzi  ilunbetan?”
Se despide con un canto de agradecimiento a la fe:
“Agur,  Fede,  lurrean  Itzak  beude,  Iaunagan
nuen  itsu-mutil;  naimena  zadan  bil
zuri  esker  leizean  Au  baita  argi  betiko:
ez  nun  egin  amil.  Ontan  nadin  murgil.”
A seguido de la luz, son las tinieblas las que bendicen al Señor: “Benedicte et Tenebrae Domino”.
Es tal vez el tríptico más hermoso por su tercera parte, en que describe admirablemente la transformación de la nada humana en Dios.
Au azi-ala ni itzaliko naiz. Utsera biur bearraÂUts au orde, zerbait al da? Utsa naiz, baina len uts izanikÂPekatu. Beste zerbait al nintza ezin nator utsagora.
No cabe mayor rotundidad y popularidad en los versos, dificil de adquirir en esta índole de ideas. “Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” es el título de la siguiente composición, nutrida de palabras del Evangelio y de otros parajes de la Sagrada Escritura.
De ella entresacamos esta sencilla y precisa definición del verbo hecho carne:
Bide,  Egi  ta  Bizitza,
Artzai  eta  Maisu,
noiz  buka  neza  Zutaz
luza  bear  banu?
Son los sencillos y humildes alcanzarán la plenitud de las verdades evangélicas:
“Ikasi,  ez-ikasi,
Oinetan  nadukazu.
Oro  gera  berdin,
itz  denak  ikasmin:
“Berri”  ori  ikasteko
ixil  entzun  ditzadan.
Xume  bear  egin,
Marta’ren  aizpâkin.
Da fin a “BARNE MUINETAN” el tríptico “LURREKO IRUTASUNA”. Trinidad terrena, en sus tres personas: IESU, MARI ta IOSE. Se pide en la primera que hable el mismo Jesucristo. Palabra verdadera, la única que impresiona, porque EL entra entero en el alma:
“Irudi  bat  buruan;
Zure  mintzo  ori  bakar,
bera  mingañean?
Egi  zinezkoa;
bera  sartzen  ote  da
ez  da  gauzen  irudi;
besteren  barnean?
or  zatoz  osoa,
gezurretan,  naiz  egi-itz,
Iainko;  orrek  lotzen  du
billa  aleginean  zuzenik
gogoa,  aldiz  oi  digu.
Mintza  zakit  Zeronez;
utsegin  bidean!  entzutera  noa.
De las estrofas seis a las diez se expone la dificultad que hay en toda otra palabra leída o pronunciada llegue fiel por los oídos hasta el espíritu. Es un trozo bien difícil de versificar en cualquier lengua y que “Orixe” salva con soltura y concisión insuperables.
No podía faltar en la colección el tema mariano tratado con la sencilla y originalidad que el lector juzgará a continuación:
“Iankoaren  Ama  ta  Iaunagandiko  grazi
Iaunaren  mirabe  guzien  urbide,
—etxe  doatsu  ontan  niretzat  orde,  minen
nagusi  nor  ote?—,  Ama,  batez  ere!
y tiene al final este acento de ternura filial registro éste que con tanta parquedad emplea nuestro gran poeta.
Cierra la serie el canto a José el patriarca. Trayendo a colación algunas comparaciones del apóstol Santiago y otros símiles de su propia invención, entona un himno a la virtud del silencio y de la obediencia:
Isil  nadin;  nagoan
Ez  zadan  itz  garratzik
nerekin  paketan,
mingain  ta  lumetan,
Beti-Itz  isil  orrekin
Iaun  au  ezti  daukadan
iardun  gozoetan,
ni  barne-muinetan.
magnífica estrofa final del breviario poético, religioso y vasco que nos ofrece el preclaro ingenio de Nicolás Ormaetxea “Orixe”.
Pocas palabras más vamos a añadir al comentario de “BARNE MUINETAN” omitiendo aquellas que atañen a las particularidades de la escuela poética de “Orixe” y que alargarían este artículo. La impresión de conjunto que su lectura produce, aparte del resultado apologético perseguido por su autor, es la de serenidad y gracia. La misma impresión que deja en el espíritu la audición de una obra de Bach.
Faltan a “BARNE MUINETAN” imágenes fulgurantes, tonos apasionados y ciertos efectos preciosistas que la combinación de metro y rima produce, y de los que no sabe prescindir el gusto estragado de la época.
“Orixe” huye deliberadamente de la declamación de sonsonete, logrando con la mayor sencillez la elevación y grandeza que el sujeto tratado merece. Prepondera en su obra, como apunta bien el crítico P. Estefanía, el elemento discursivo más que el intuitivo. Y si aparentemente da la sensación de, un si es no de sequedad, se descubre en ella, a poco que se ahonde una fragancia y armonía que nace de su natural expresión e ingenuidad. Son los caracteres de la verdadera Poesía que según Fray Luis de León “la inspiró Dios en los ánimos de los hombres para con el conocimiento y espíritu de ella, levantarnos al cielo de donde ella procede, porque poesía no es sino una comunicación de aliento celestial y divino”.
Yendo a otro orden de consideraciones tal vez se suscitará la discusión sobre si el Euskera de “BARNE MUINETAN” es fácil o difícil, tema que con tanta confusión se presenta por algunos.
Podemos afirmar que todos los que posean un mediano conocimiento de nuestra lengua saborearán este librito de poesías que vienen acompañadas de su traducción castellana, con fin más bien pedagógico que exegético o interpretativo.
Todo esto me trae reminiscencia del gran renacentista castellano antes citado. El autor de los “NOMBRES DE CRISTO” tuvo que justificar en su tiempo el empleo de la lengua castellana para tratar de temas elevados, intento que calificaban de atrevido y hasta de herético. De él son estas palabras: “nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda y que no es dura y pobre como algunos dicen, sino de cera abundante y blanda para los que la saben tratar”. Podemos aplicarlas a la lengua vasca. Lo ha demostrado plenamente “Orixe” con “BARNE MUINETAN”. A nosotros corresponde ahora acoger su obra con entusiasmo; leerla y propagarla con fervor aprovechando sus enseñanzas, pues este librito ha de marcar un gran avance en el perfeccionamiento espiritual y literario vasco.
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