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Arrats beran / Lauaxeta / Verdes Atxirika, 1935
Poeta, entre luchas y crisis J. Aitzol / El Día, 1936-06-16
¡Arrats Beran! El día refleja su vida efímera en el alma del poeta. Hay días anónimos; aquellos que no oprimen la menor huella en el espíritu. Los hay, también, otros que con incandescente carácter graban incisivamnete su rastro en el corazón.
Ese balance de emociones espirituales es lo que ha hecho el poeta al ocaso del día. Al atardecer ha abierto “Lauaxeta” el libro diminuto de su contabilidad emotiva y en las hojas apergaminadas —sabor viejo en intentos de renovación— ha escrito en columnas uniformes esos números, los únicos, que sirven para justipreciar las cantidades estéticas que atesora el alma de un poeta.
En ese librito, balance de emociones bellísimas, me he recreado durante muchas horas a lo largo de varios meses. Por él me he adentrado para olvidar al fragor de las luchas sociales; en él me he refugiado para disipar las inquietudes que engendra la incertidumbre del porvenir de la patria y de su espíritu, el euskera.
Varias veces me han espetado esta ruda pregunta: “¿por qué fomenta usted la poesía y se entretiene con ella? Eso es perder el tiempo”.
Yo he callado. Aún la pistola manejada por un insensato puede herir. Y, sin embrago, los poetas han seguido cantando. Sé que a los poetas los han mortificado, los han herido, si no con la punzante impertinencia de una recomendación siempre improcedente, a veces estúpida, por lo menos con la más cruenta de las indiferencias.
¡Perder el tiempo! Y tal dicen quienes son capaces de leer un libro.
Recomiendan el valor del tiempo quienes lo dilapidan maltratando con las fichas las mesas del café, o dan patentes a su plebeyez contemplando la verdura de un tapete de juego. O, tal vez, quienes nacieron cansados y viven para que en páramo estéril de su voluntad crezca la yerba malsana de la indolencia.
No escriben para los tales los poetas, sino para los hombres de inquietudes, para los espíritus cultivados, que en las horas de descanso sepan ofrecerse como compensación las bellezas de un libro de poesías encantadoras.
A estos recomiendo “Arras Beran”. Esteban de Urkiaga ha creado sus poesías como sedante de su actividad de periodista, como reposo de un dinamismo de orador incansable, como distracción de las horas agobiantes de profesor.
“Lauaxeta” poeta, es la síntesis del trabajador, el complemento del hombre activo, la compensación del luchador patriota. Los mejores lectores de Urkiaga y sus más íntimos admiradores son, como él, hombres consagrados a la virtud del trabajo.
Un obrero vasco ha sido asesinado. Las pasiones sociales se revuelven. En las márgenes del Nerbión las masas obreras aparecen oscas, sucias, amenazadoras. Una vez más Bilbao se estremece. La juventud vasca atesora en su corazón una nueva herida. La lucha de razas prosigue.
Sensible es como ninguna el alma del poeta. Y, en el libro de sus recuerdos escribe al ocaso de la tarde el canto triste, de contenido rencor, más rojo de indignación que rojas son las tierras que el obrero asesinado extrajera de las entrañas de la tierra.
Es “Lauaxeta” sensible, actuante en el embate de las pasiones sociales.
Entre dos luces, la del día que muere y la de la noche que surge, se acerca el poeta al umbral de la cárcel. ¡Hay tantos amigos allí dentro!
Sentado en el poyo de la balustrada “Lauaxeta” medita: al que ama la libertad y recorre el mundo no lo detienen los muros de la cárcel; ni al que se consagra al amor los barrotes de un calabozo lo aporisionan; sólo el que ofrenda su cariño a la patria se convierte en presidiario.
Y esa idea la sugiere el sentido romance del prisionero “Espetxekuarena”, tríptico de emotividad efectiva.
Es Urkiaga que, al recoger su día, cierra sus horas de patriota con una joya que labra como artífice consumado que es.
Y, este mismo artífice labra con el cincel de su imaginación pródiga movida por el amor patrio el canto al “mendigoizale” inmolado en el altar de la libertad y al sacrificio de los últimos patriotas de Nabarra en Amayur.
No vive el poeta desconectado del mundo que le rodea. Se alivia a sí propio sus penas, cantando. Sus sinsabores, que son frecuentemente los de su pueblo, los endulza con el pulir de sus estrofas.
Así halla el luchador su quietud en fustigar su imaginación. Debe hallarla, también en recrearse en ese vergel cuajado de hermosuras de auténtico sabor vasco, quien durante la vigilia trabaja.
“Arrats Beran”, conjunto de impresiones fugaces, de fosforescencias hirientes, de contrastes recios, pero rápidos, de brochazos bruscos, recrea, distrae y cautiva a los espíritus que gustan de los deleites estéticos.
Un año va ha transcurrir desde que en la aldea de Bedoña se conmemoró el Día de la Poesía Euskaldun en honor de “Loramendi”.
Próximos estamos a celebrar el VIII Eusko Olerti Eguna. El fruto más sazonado q ue ha brotado, durante este año, en la tierra cada vez más fértilde la poesía euskaldun, es “Arras Beran”.
Hoy he hecho su presentación. Resta destacar las luces y los colores que, en ese atardecer, entretejen uno de los más bellos espectáculos que ha sabido crearnos el genio literario euskaldun.
Etxe bat norberarena
Yolanda Arrieta
Jon Jimenez
Zebrak eta bideak
Nerea Loiola Pikaza
Nagore Fernandez
Zoo
Goiatz Labandibar
Asier Urkiza
Hetero
Uxue Alberdi
Joxe Aldasoro
Euri gorriaren azpian
Asier Serrano
Paloma Rodriguez-Miñambres
Galbahea
Gotzon Barandiaran
Mikel Asurmendi
Bihotz-museo bat
Leire Vargas
Irati Majuelo
Lagun minak
Jon Benito
Mikel Asurmendi
Francesco Pasqualeren bosgarren arima
Unai Elorriaga
Jon Jimenez
Neska baten memoria
Annie Ernaux
Asier Urkiza
Lautadako mamua
Xabier Montoia
Nagore Fernandez
Bihotz-museo bat
Leire Vargas
Bestiak Liburutegia
Rameauren iloba
Denis Diderot
Aritz Galarraga
Neska baten memoria
Annie Ernaux
Paloma Rodriguez-Miñambres