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Arrats beran / Lauaxeta / Verdes Atxirika, 1935
Arrats beran M. / El Sol, 1935-07-25
Escribe Esteban de Urkiaga en el idioma vernáculo de Euskal Erria. El, Orixe, y el que hace estas notas premiaron en un certamen a Lizardi. Sostuvimos meses después nosotros en tierra vascongada, hablando de los poetas de lengua maternal, que la forma ha sido y será más profunda que el fondo, aunque en rigor no haya más que forma, y quien no la logre, nunca jamás hará nada. La logró Lizardi en su “Biotz Begietan”, como la habían logrado Nicolás de Ormaechea; Orixe, en su versión de “Mireya”, y nuestro amigo de siempre Emeterio Arrese en estrofas que trasmitimos en el hogar a los que nos siguen.
Alcanzó Lizardi, además, añadíamos, el ritmo en cuanto concordia de números, y la cadencia en cuanto don de captación y melodía irrefutable. Con el “Reple cordis intima”, de la liturgia de Pentecostés, abrimos la poética de Lizardi. No ganó bien pronto la onda de júbilo, y gritamos que el Pirineo euskaldún sonreía al presente del Santo Espíritu: al poeta.
Eztei ondoko,
bide dañagu,
dice a su lengua rendidamente (Nuncial sea nuestro camino). Y luego:
Baña nik izkuntza larrekoa
nai aunat noranaikoa,
yakité egok egoa
zoña zar berri gogoa.
Azal orizta, muin betirakoa.
Quería Lizardi que el saber ensanchara el habla campestre. “Soñu zar, berri gogoa” (vieja la música, el designio nuevo); “azal orizta, muin betirakoa” (bajo la corteza de color de tiempo, fibra de eternidad).
Está ese mismo deseo palpitando en “Arrats Beran” de Esteban de Urkiaga, Lauaxeta, poeta y prosista que tiene el crisol del idioma al fuego para depurar voces y giros del mensaje que nos trasmite extremecidamente.
De las cuarenta composiciones del libro no hay ni una sola por la que pase el soplo que viene del otro lado del mundo. Admita Urkiaga que aludamos con esta imagen a la sugestión arcana que la poesía de hoy nos trae. Los mejores poetas de Europa, se dan al juego de enigmas, que los más han cifrado y sellado laboriosamente. No es que eliminen la claridad, sino que la biselan en cristales nuevos, a los que Stephan George llama “prodigiosamente límpidos”.
Ese aire hermético en un idioma que nos llega, como el vascuence, del fondo de las edades, sería quizá de un encanto inaudito.
Algún conjuro con el “Akelarreko Akerra”, conocemos que nos tienta con su gracia diatante a la exégesis. Pero no queremos ahondar en el tema, y sí tan sólo decir que Urkiaga opera con voces claras sobre asuntos que pueden ser contados por un niño. Esto no exime al poeta del esfuerzo con que trabaja la forma, que es más profunda que el fondo, y que nos atrae en estos versos y nos fuerza a ir contrastando el metal bien batido al yunque, de algunas expresiones. Esos temas de romance, cuando no de balada o de rondel, son en vascuence un poco exóticos.
Otros, como el de “Kanta Ariña” (“La canción ligera”), nos apasionan más. Esa canción anacreóntica ha de ser cantada por nosotros, que hemos estudiado el “Ut fata trahunt” latino, en cierto modos modos de beber y de amar de nuestra tierra. ¡Ah! eso sí, y Urkiaga acierta enteramente cuando canta:
Edanak
busti biegistaz espanak.
Eder min
betiko moskordu nedin.
Gausa danetan dakusat
barre ta kanten prisean.
Ba-yuat
Soin gaste onen lorean.
Aquí se pide a la bebida (que es cosa santa) que refresque los labios. El poeta nos dice que aspira a embriagarse con nostalgia de belleza (“eder min”. En suma: coge la flor del instante antes de que se mustie. Eso es todo, y Oriente y Occidente lo han repetido en miles de canciones.
¿Y qué? Lo que le pedimos a Urkiaga es forma poética en el idioma de Axular y de Elizamburu, y él nos la da, y esto basta.
Cumplimentados, pues, y muy cordiales al poeta Urkiaga por su “Arrats Beran”, que hemos leído estos días con gran contento.
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